KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 46 (Julio-Diciembre, 2019), 15-20. ISSN: 1390-0102


LOS OJOS ABIERTOS DE PAR EN PAR







Santiago Cevallos

Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador




Víctor Klemperer en La lengua del Tercer Reich describe su primer encuentro con el nacionalsocialismo. Se trata de un desfile militar que él mira el 8 de julio de 1932. “Los hombres levantaban las piernas de tal manera que las puntas de las botas daban la impresión de superar las de las narices y todo parecía un único impulso [...], había una tensión tan forzada que el movimiento parecía petrificarse [...], de tal modo que la tropa daba una impresión de ausencia de vida y, a la vez, de suma animación” (Klemperer 2018, 34). Pero lo que llama la atención de Klemperer, filólogo judío, no es siquiera este movimiento de la tropa, sino el del personaje principal, del “hombre que iba a la cabeza del desfile”, el tambor mayor, quien realizaba movimientos más inquietantes e inverosímiles que la tropa, y mantenía a la vez el equilibrio, era así un “monumento sin pedestal, oblicuamente en el vacío, y se mantenía misteriosamente erguido en virtud de un espasmo que lo recorría de arriba abajo”. Para Klemperer la demostración del tambor mayor “no era un mero ejercicio, sino tanto una danza arcaica como una marcha militar; el hombre era a la vez faquir y granadero” (34).

Sin embargo, tampoco esa figura inquietante define en su totalidad el “primer encuentro estremecedor con el nacionalsocialismo”, con “el fanatismo en su forma específicamente nacionalsocialista”, pues esos movimientos, esas “tensiones y distorsiones” del tambor mayor “tenían el efecto de una novedad absoluta”, “resultaban contagiosas. La gente se arrimaba gritando a la tropa, los brazos parecían querer agarrar a los soldados en un gesto frenético, los ojos abiertos de par en par de un joven situado en primera fila expresaban un éxtasis religioso” (35; énfasis añadido). Para Klemperer, de la “figura muda” del tambor mayor viene al “encuentro por primera vez el lenguaje del Tercer Reich” (35).

Lo que viene a mi encuentro de esta descripción de Klemperer son los ojos abiertos de par en par del joven que mira el desfile en primera fila la noche del 8 de julio de 1932. ¿Bajo qué luz mira el joven al tambor principal?


LAS PEQUEÑAS LUCES


Georges Didi-Huberman (2012, 11) en Supervivencia de las luciérnagas anota que “el 19 de enero de 1941 Benito Mussolini se entrevista con Hitler en el Berghof y el 12 de febrero intenta convencer al general Franco para que tome parte activa en el conflicto mundial”. En esos mismos días las tropas británicas y el ejército de la Francia Libre atacan puntos estratégicos de los regímenes fascistas. Los “potentes focos de la defensa área” del fascismo persiguen “al enemigo entre las tinieblas del cielo”.

Didi-Huberman al inicio de su libro relata cómo “[m]ucho antes de hacer resplandecer, en su escatológica gloria, la gran luz (lume) del Paraíso, quiso Dante reservar, en el vigésimosexto canto del Infierno, una suerte discreta pero significativa a la “pequeña luz” (lucciola) de los gusanos relucientes, de las luciérnagas” (7). Las pequeñas luces “erran débilmente” y cada luz contiene un pecador.

Para pensar lo que sucede en esos años de fascismo habría que invertir “las relaciones entre luce y lucciole” de Dante, pues de un lado estarían “los reflectores de la propaganda rodeando al dictador fascista con el nimbo de una luz cegadora” y de otro “los potentes focos de la defensa aérea” que tratan de “avistar al enemigo en la oscuridad de los campos” (11). Según Didi-Huberman son tiempos en los que los resistentes al fascismo “se transforman en huidizas luciérnagas tratando de hacerse tan discretos como sea posible mientras continúan emitiendo sus señales” (12). ¿Cómo escapar de esa gran luz del fascismo? ¿Cómo ver esa pequeña y débil luz que fulgura en un instante de peligro?


UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS


Walter Benjamin en Infancia en Berlín hacia el mil novecientos construye un relato fragmentario sobre sus recuerdos de niñez en una ciudad amenazada en el presente por el nacionalsocialismo. En esos mismos años de ascenso y toma de poder por parte del fascismo hitleriano, en 1933, Benjamin escribe dos textos cortos casi idénticos sobre el concepto de mímesis. Se trata de “Doctrina de lo semejante” y “Sobre la facultad mimética”.

En Infancia Benjamin (2007, 208) anota que “[l]os juegos infantiles están llenos, en efecto, de comportamientos miméticos, y su ámbito no se limita en absoluto a lo que una persona imita de otra. Y es que el niño no juega solamente a ser un maestro o un vendedor, sino también a ser un ferrocarril o un molino de viento”. Esta reflexión sobre la figura del niño y su facultad mimética, que define para Benjamin las funciones superiores del ser humano, se encuentra signada por la amenaza no solo de la modernidad, sino sobre todo del totalitarismo.

Como lo anota Benjamin más adelante, la facultad mimética tiene que ver con la relación entre el micro y el macrocosmos que era evidente para “las gentes de antaño”.1 El don de producir y percibir la semejanza entre la vida del ser humano y los astros sería palpable en el nacimiento. “El instante del nacimiento, que aquí es lo decisivo, es un abrir y cerrar de ojos. Esto nos conduce a otra peculiaridad en el ámbito de la semejanza. Su percepción va ligada en cada caso a un chispazo. [...] La semejanza se ofrece con ello a la vista con idéntica fugacidad que una constelación astral” (210; énfasis añadido).

Frente a la iluminación total y permanente2 de los reflectores de la figura del tambor3 que obliga a abrir los ojos de par en par al éxtasis religioso, Benjamin da cuenta del chispazo, de la fugacidad de una figura que emerge en un instante de peligro.

“El jorobado hombrecillo” es el fragmento que cierra Infancia en Berlín hacia el mil novecientos. Allí Benjamin (2011, 98) recuerda que de pequeño al pasear por las calles de su ciudad le gustaba mirar bajo los escaparates por los “tragaluces de las profundidades”, “para obtener así del sótano la visión de un canario, de una lámpara o de quien habitara ese lugar, cosa que no siempre era posible. [...] El variado mundo que poblaba esos tragaluces durante el día no estaba separado para mí claramente del mundo que, durante la noche, estaba ahí al acecho para finalmente asaltarme en el sueño”. La pesadilla –del nacionalsocialismo– acecha y asalta los recuerdos de Benjamin.

En 1933, Berlín se encuentra bajo los reflectores del totalitarismo que producen una sombra que convierte lo conocido en extraño, siniestro, como esas miradas que en pesadillas venían de los tragaluces, “lanzadas por unos gnomos enigmáticos tocados con sus gorros puntiagudos” (98). Para Benjamin, convertido en luciérnaga, esa mirada es la del jorobado hombrecillo del Libro de los niños alemanes que transformaba su mundo, “las cosas se atrofiaban, y se diría que les salía una joroba que las trasladaba de repente durante mucho tiempo, al mundo del hombrecillo jorobado” (99).

Ese abrir y cerrar de ojos del nacimiento se transforma en la mirada antes de la muerte.4 “Creo comprender que el contenido de ese “toda la vida” que se dice que pasa ante la mirada del que muere se encuentra formado por imágenes como las que el hombrecillo jorobado va acumulando de nosotros. Pasan rápidamente, como hojas de los librillos rígidamente encuadernados que fueron como los antecedentes de nuestro actual cinematógrafo” (100). Al terminar la lectura comprendemos que cada una de las imágenes de Benjamin niño que hemos visto en Infancia son las que ha acumulado el hombrecillo . Benjamin nunca pudo regresar a su ciudad asaltada por el hombrecillo.


MÍMESIS


Platón en la República inaugura la reflexión acerca de la mímesis. Para él “el arte mimético está sin duda lejos de la verdad” (1998, 462) y sitúa en la misma línea al hechicero y el imitador. El poeta imitativo, así como el pintor, producirían “cosas inferiores en relación con la verdad” y tratarían “con la parte inferior del alma y no con la mejor” (473). El poeta se conecta con la parte irracional del alma. Esto lleva a Platón a plantear que el poeta no debe ser admitido en un Estado bien legislado. La mímesis lleva al mal gobierno de los propios afectos y finalmente de la República, por lo que la poesía y el poeta deben ser desterrados de la polis.

Benjamin luciérnaga tuvo que huir de la ciudad iluminada por la “gran luz” del totalitarismo y buscar su sobrevivencia extramuros. Desterrado de la “nueva civilización”. También en el exilio. Erich Auerbach escribe su célebre Mímesis entre 1942 y 1945. En Estambul, Auerbach escribe este texto que es una suerte de rescate de la cultura occidental frente a la destrucción de la misma por parte de los totalitarismos europeos. ¿Cómo sobrevivir en un momento en que los fascismos se han tomado una parte del mundo?, ¿cómo sobrevivirá la cultura occidental? “¡Ojalá mi investigación llegue tanto a mis antiguos amigos supervivientes, como a todos aquellos lectores a quienes va dirigida, y pueda contribuir a reunir a los que han conservado límpidamente el amor hacia nuestra historia occidental!” (Auerbach 1996, 525).


El DOSSIER


En este dossier que lleva como título “Mímesis desde América Latina”, participan estudiantes del curso “Mímesis y representación” que dicto en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, desde el año 2013. Se trata de un curso teórico que busca construir, en primer lugar, una mirada crítica con respecto al concepto de mímesis. A partir de esto el objetivo es desarrollar una reflexión sobre el concepto de mímesis en relación con otros conceptos vinculados al tema de la representación, la violencia y el autoritarismo.

La mímesis, que en muchos de los textos teóricos parten de su abordaje para desarrollar una reflexión más amplia, desde los textos clásicos hasta la actualidad, se revela como un concepto operatorio que sirve para reflexionar sobre los distintos tipos de representaciones en la política, la cultura, las identidades de género o la historia occidental reciente atravesada por la violencia. En el ámbito latinoamericano el concepto de mímesis tiene su propia trayectoria y se relaciona en gran medida con su matriz colonial.

A la manera de “Kaflka y sus precursores” de Jorge Luis Borges, los trabajos que se ofrecen a continuación abordan, como en la historia misma del concepto, la mímesis de maneras sumamente diversas y permiten alumbrar con una luz distinta, una pequeña luz, una serie de debates que quizá de otra manera aparecerían como desconectados o dispersos. La idea fundamental que guía este dossier es abrir una serie de reflexiones a partir de un concepto fundamental que parece agotado, que ya no brilla. Esperamos que la mímesis sea una suerte de luciérnaga que brilla por un instante y permita construir una mirada crítica frente a las representaciones en distintos registros con pretensiones totalitarias. Que la mímesis sea como la mirada de aquel jorobado hombrecillo que nos devuelve el mundo y sus objetos bajo su forma más extraña, abierta a la interpretación. Alejada al mismo tiempo de cualquier tipo de totalitarismo.


Santiago Cevallos González
Coordinador dossier
Área de Letras y Estudios Culturales,
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador




NOTAS


1 Benjamin sitúa la reflexión hacia el final de “Sobre la facultad mimética” en el ámbito del lenguaje como “el nivel más alto del comportamiento mimético, así como el archivo más perfecto de la semejanza no sensorial: un medio al que las fuerzas anteriores de producción y percepción mimética se fueron trasvasando por completo hasta liquidar las de la magia”. Así la facultad mimética habría pasado del ámbito de la magia, de la lectura del destino, “a partir de las vísceras, o de las danzas o de las estrellas” (216), al lenguaje. La lectura profana sería heredera de la lectura mágica.

2 Jean-Luc Nancy (2006) en La representación prohibida acuña el concepto de suprarrepresentación para referirse a aquella presencia total del nazi que tuvo lugar y se ejecutó en los campos de concentración por medio del exterminio de judíos.

3 Como anota Klemperer en La lengua del Tercer Reich, Hitler se hacía llamar “el tambor” en los años veinte del siglo pasado.

4 Benjamin se suicida en 1940 en la frontera franco-española al escapar sin éxito del nacionalsocialismo.


BIBLIOGRAFÍA


Auerbach, Erich. 1996. Mímesis. La representación de la realidad en la literatura occidental. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Benjamin, Walter. 2011. Infancia en Berlín hacia el mil novecientos . Madrid: Abada Editores.

–––. “Doctrina de lo semejante”. En Obras. Libro II. Vol. 1. Madrid: Abada Editores.

–––. “Sobre la facultad mimética”. En Obras. Libro II. Vol. 1. Madrid: Abada Editores.

Didi-Huberman, Georges. 2012. Supervivencia de las luciérnagas. Madrid: Abada Editores.

Klemperer, Victor. 2018. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Barcelona: Editorial Minúscula.

Nancy, Jean-Luc. 2006. La representación prohibida. Buenos Aires/Madrid: Amorrortu Editores.

Platón. República. 1998. En Obra completa. Tomo IV. Madrid: Gredos.

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