Cuando Bernarda Suárez perdió la virginidad solo pudo pensar en dos palabras: ‟ausencia y vacío”. En realidad, ambos conceptos cifran de maravilla la peripecia de la protagonista de En caso de emergencia, (no)rompa el vidrio, pues Bernarda quedó huérfana a los cinco años y perdió a su abuela el mismo día que supo que el fugitivo vecino la había dejado embarazada tras la epifanía de la ausencia y el vacío. Celebrada y reconocida como poeta –Las naranjas y el mar (1997), Llevo de la luna un rayo (1999), Paisaje de sal (2004), La pendiente imposible (2008) y Detrás de la brisa (2013)–, con En caso de emergencia, (no)rompa el vidrio Marialuz Albuja Bayas ha roto en narradora poderosa y desmelenada.
En caso de emergencia, (no) rompa el vidrio es una novela juvenil que aborda un asunto adolescente desde una perspectiva más bien madura, pues la mirada de Bernarda se va galvanizando y endureciendo a medida que acumula ausencias y vacíos. De hecho, la trama se desarrolla a través de una suerte de flash-back, porque arranca con el regreso de Bernarda a Quito, paisaje que activa el poderoso monólogo que desgrana la trama. Sin embargo, la voz que narra no le pertenece a la adolescente de diecisiete años sino a la joven de veintidós que no está dispuesta a aguantar ninguna mamarrachada. De ahí el desmelenamiento.
La novela tiene un nudo magistral, un cráter que tengo que bordear para que el lector disfrute explorándolo y aprecie la maestría narrativa de Albuja Bayas. Sin embargo, puedo decir que conocí el palimpsesto de la novela, un cuento que rallaba de manera más chocarrera y despiadada la almendra que Marialuz ha sembrado para que se convierta en un almendro robusto y florecido. Así, En caso de emergencia, (no)rompa el vidrio ha ganado como novela en personajes memorables como la abuela entrañable, el fantástico tío Antonio, el calzonazos de Mario, Julián el duro y hasta la madre ausente con quien Bernarda dialoga por medio de los subrayados y anotaciones que dejó en los márgenes de poemas, novelas y otros libros. Con todo, admito mi debilidad por Antonia, una bella y superficial criatura que se redime desde la indigencia ortográfica hasta alcanzar la independencia artística.
Como Marialuz Albuja no puede renunciar a la delicada geometría de los versos, su prosa es clara y sencilla, aunque abunda en construcciones coruscantes de puro incandescentes. Y es que Albuja Bayas escribe con una ambición casi aforística –”Las acciones grandiosas van siempre rodeadas de acciones pedestres”; “A veces es necesario un ritual para que la vida se vaya”; “Los hombres no dicen nada cuando tienen miedo”; “una sana inobservancia de las normas de seguridad puede salvar vidas”; etc.– que convierte sus frases en moneditas doradas que espejean al sol.
He leído En caso de emergencia, (no)rompa el vidrio con una sonrisa en los labios, porque el dilema de Bernarda Suárez me recordó la letra de Decisiones, aquella canción de Rubén Blades que decía En su clase de geografía, la maestra habla de Turquía mientras que la susodicha, solo piensa en su desdicha y en su dilema. ¡Ay!, qué problema. Toda la novela gira en torno a ese dilema, que Marialuz Albuja resuelve con otra ausencia y otro vacío.
En uno de los pasajes más hermosos de la novela, Bernarda Suárez interroga en vano una frase de Rayuela subrayada por su difunta madre: “alguien, sin saberlo, llega a mostrarte irrefutablemente un camino que por su parte sería incapaz de seguir”. No obstante, los lectores de Cortázar sabemos que se trata del capítulo 98 de Rayuela, donde la Maga interpelaba al silencio y donde “los que nos iluminan son los ciegos”. Luminosa Marialuz.
Fernando Iwasaki
Universidad Loyola Andalucía
Sevilla, invierno de 2018