KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 45 ( enero-junio, 2019), 131-134. ISSN: 1390-0102


RESEÑA


Marcelo Báez Meza - Nunca más Amarilis, Quito, Libresa, 2018, 256 p.


Cecilia Vera de Gálvez - Universidad Católica Santiago de Guayaquil




¿Quién es Márgara Sáenz? ¿Por qué a unos poetas peruanos se les ocurre imaginarse a una mujer que a la vez se imagina y rememora desde el más puro erotismo, la pasión amorosa con uno de ellos? ¿Qué necesidad afectiva, psicológica, intelectual, sexual o todas juntas tenían estos jóvenes escritores Antonio Cisneros, Mirko Lauer y Abelardo Oquendo, de crear a esta poeta imaginaria y lanzarla al ruedo de la historia de la literatura como la autora ecuatoriana que, según las referencias, escribió un único poema erótico, que también lo inventaron ellos y que consta en una Antología de poemas del amor erótico (Editorial Mosca Azul, 1972) prologada por Cisneros?

Con Nunca más Amarilis (2018), merecedora del Premio Miguel Donoso Pareja (Guayaquil 2017), otro poeta, Marcelo Báez Meza, ya no peruano sino ecuatoriano decide entrar en el juego, después de varias décadas, para recoger la vida de Márgara Amarilis Sáenz Alcedo (1948), y hacerla avanzar desde la primera mitad del siglo XX hasta fines del presente año. El nombre de la escritora se disemina por las redes y se “viraliza” su existencia como todo lo que sucede por esas vías tecnológicas actuales, sin que se sepa, a ciencia cierta, si es un personaje real de la historia o todo es una impostura. Porque de imposturas literarias se puede hablar bastante en el devenir de la historia y como detallaremos más adelante, de ello también da cuenta la novela de Báez.

Dicen que toda creación artística conlleva un aspecto lúdico, el juego de la verosimilitud, de hacer creíble aquello que, de otra manera, no sería aceptado por la recta razón que busca siempre la fidelidad de lo real-real. En ese juego de la ficción entonces, no entra la racionalidad sino el desboque de lo imaginario para convertir la historia en un fingimiento, en una impostura. En Nunca más Amarilis tal situación se daría por partida doble pues en la obra se hace ficción de la ficción, se le da vida a un personaje inventado al que se le da cabida y se lo reconoce tanto en la literatura ecuatoriana como en la peruana: Márgara Sáenz, esa Amarilis que en la novela de Báez nos contará su propia historia.

La voz narrativa ambigua en la que, aparentemente se turnan un narrador, alter ego del autor y Márgara Sáenz, que en la novela se pretende que cuente desde su voz, menciona en una ponencia escrita para participar en un Congreso de Ecuatoandinistas (nótese la ironía), lo siguiente:

La hipótesis de este trabajo es dar cuenta del trayecto de Márgara Sáenz como un personaje que va de la literatura al mundo virtual. El objetivo es dar testimonio de cómo las plataformas virtuales lograron captar el ser de papel y lo convirtieron en un mito digital. (115)

Diría Roland Barthes en una de sus Mitologías: se logra hacer pasar como natural aquello que no lo es (en este caso) o como existente con historia de vida completa y obras de su autoría a quien no existe.

Dice la narradora (¿o el narrador?) que “el término hoax está definido... como engañar para hacer creer (o aceptar) como genuino algo falso y a menudo, descabellado. Ahora que vivimos en la era de la posverdad y las fake news (noticias inventadas) este tema es más actual que antes” (79).

Para desarrollar la historia de la vida como una posverdad, construida sobre la base de algo que no es real ni verdadero, el autor recurre a diversos tipos de textos y discursos que van desde la crónica biobibliográfica, pasando por el texto epistolar, el didáctico y el académico, mediante el cual incrusta nociones de retórica y teoría literaria, hasta el pedagógico con un buen modelo de evaluación, insertando un examen con reactivos, como los que ahora nos piden en las universidades para sembrarles la duda de las respuestas a nuestros alumnos pues todas las alternativas deben ser muy parecidas. Hay también historias contadas que logran ubicar al lector en determinados ambientes y aspectos discursivos metaliterarios en los que se explica aquello que quien escribe está realizando. Una muestra podemos encontrarla en el capítulo en el que se narra toda la duda que se generó en una época sobre la real existencia de Borges. La voz narrativa de quien supuestamente está escribiendo la obra nos dice:

Este capítulo dedicado a Borges tiene dos funciones. La primera es demostrar que los escritores se han convertido más en una bibliografía que se difunde y menos en una obra que se lee... La segunda es reafirmar que no importa si existo o no o si mi escritura es valedera. Lo que interesa de mí es la imagen que se me ha construido y que se proyecta en las diversas plataformas mediáticas. A nadie debería incumbirle si fui inventada o no. Lo fundamental debería ser este libro que voy dejando atrás (55).

En una entrevista, le preguntan a Báez si realmente existió Márgara Sáenz y él responde que existe en su novela, en la que hay una cronología desde su nacimiento y fragmentos de sus obras que respaldan su existencia. “Su cuerpo está hecho de palabras” –dice–. Amarilis es así rescatada de su condición de objeto sexual como lo fue en su juventud, en la época en que vivía de la prostitución y como lo fue cuando, en son de juego o de broma, la crearon y le impusieron la palabra que, hasta el final, ella dirá que no es la suya pues no aceptará nunca ser la autora del famoso poema erótico “Otra vez Amarilis”. Marcelo Báez, al novelarla, la reconstruye con palabras para borrar la voz de ese cuerpo esclavo que, aunque de manera audaz se refiera en su poema a la pasión amorosa, sin embargo, añoraba el sometimiento sexual desde la hegemonía del otro. La novela entonces le da vida e historia a un cuerpo que se va configurando desde la narrativa con diversos textos.

Mientras avanza la narración, el lector se encuentra con seis cronologías biobibliográficas que van dando cuenta de un contexto histórico cultural y social que parte de los años 30 hasta llegar a nuestros días. Ellas marcan uno de los ejes transversales de la obra que la categorizan como novela histórica.

En ese contexto se encuentran, además, excelentes recopilaciones de lo que era la comunicación antes del avance de la tecnología. Parafraseando a Barthes, el capítulo se llama “Fragmentos de un discurso amoroso antes de la telefonía móvil” y establece un ingenioso contraste entre ese ayer y el mundo actual de los celulares: “Pasarnos papelitos en el aula. Así era la mensajería instantánea en ese entonces. De mano en mano. Nuestras palabras pasaban haciéndose más fuerte con la energía de los condiscípulos”. (76)

Se registra como parte de los aspectos históricos, una crónica sobre los autores literarios inventados que el autor nomina como “La historia universal de la impostura metatextual” y sobre este tema se explaya el/la narradora de la novela al contar la historia de Georgina Hübner, el personaje inventado por otros dos poetas peruanos para ilusionar, mediante la antigua comunicación epistolar, al famoso y enamoradizo poeta Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura. Y entre esos inventos, desde el inicio de la novela, se registra, a la par con la impostura de Márgara Sáenz, la creación de un poeta uruguayo, Diego Dónavan Azuela, hecha por uno de los tres escritores del fiasco, autor, según ellos, de “La medusa”, un poema escrito en clave neobarroca.

La novela avanza entre los diversos temas mencionados y la impostura adquiere, cada vez más, una amplia cobertura. En los últimos capítulos, la línea que separa la realidad y la ficción se desdibuja significativamente, lo que permite imaginar situaciones en las que Márgara Sáenz participa de casi todos los eventos culturales de las últimas décadas hasta el presente. Ella está en todo, ella se identifica, es o representa a la amiga ficticia de Juan Ramón Jiménez, a la Maga de Cortázar, a la pareja de Marcelo Chiriboga, a Manuelita Sáenz en su momento. Todo como si reforzara su existencia a partir de una identidad cada vez más fragmentada. Al respecto, refiriéndose a los actuales mundos virtuales, la voz narrativa dice:

La identidad no solo se fragmenta, sino que se multiplica en un sinnúmero de identidades si hablamos de plataformas virtuales. Esto es algo que se hacía en la literatura y que ahora es común en las redes sociales. Se simula una identidad o se simulan identidades... (114).

Por ello, el autor afirma que hay muchas Márgara Sáenz en el mundo y su obra es el sitio de encuentro de todas ellas.

Desde el inicio se hace un recuento de la existencia de Amarilis como personaje en la historia de la literatura. Se mencionan en el libro a Teócrito, Virgilio, Lope de Vega y entre los ecuatorianos, los del “amarilismo andino”, consta Juan León Mera. Por eso Báez afirma en una entrevista que “los escritores peruanos que inventaron a Márgara sabían lo que estaban haciendo, le pusieron al poema ‘Otra vez Amarilis’ porque eran conocedores de la historia de la literatura. Mi novela tenía que llamarcomplise ‘Nunca más Amarilis’, porque tenía que ser un cese al fuego en este conflicto bélico literario Ecuador-Perú”.

Finalmente, hay que resaltar la prolija labor de investigación realizada por el autor quien ha documentado todos los referentes históricos y de seguimiento de la autora inventada que pasó como real y forma parte de algunas consideraciones de la literatura ecuatoriana con el único poema que se le conoció. Es “una pesquisa” en realidad, como bien se menciona en la contratapa del libro, que teje minuciosa y hábilmente los hilos de una supuesta vida hasta darle un sitio en el discurso mediático de nuestros días.

Cecilia Vera de Gálvez
Universidad Católica
Santiago de Guayaquil