KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 45 ( enero-junio, 2019), 83-94. ISSN: 1390-0102


Cachorros en Los perros románticos. La representación de juventud en la poesía de Roberto Bolaño


Puppies in Los perros románticos. The representation of youth in the poetry of Roberto Bolaño


DOI:https://doi.org/10.32719/13900102.2019.45.7


Fecha de recepción: 7 enero 2019 Fecha de aceptación: 29 marzo 2019







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Edison Lasso Rocha

Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Quito



Resumen

Este artículo analiza las formas en que la juventud es interpelada, desde la visión althusseriana dentro del libro Los perros románticos de Roberto Bolaño. Para eso, el análisis se inscribe, además del campo literario, dentro de los estudios de juventud, y recupera las nociones de anomia de Robert Merton y afecto de Mabel Moraña, claves para entender el rasgo paradójico que atraviesa a la juventud, pues por un lado es vista como una etapa deseada y esperada por los rasgos positivos que se le atribuyen, mientras que por otro es la causante del desorden social y de desmitificar la figura del adulto, para preferir la compañía de manadas marginales y a veces poéticas, como la que forman Los perros románticos.

Palabras clave: Roberto Bolaño, juventud, anomia, interpelación, ideología, identidad, afecto.


Abstract

This article analyzes the ways in which youth is questioned, from the Althusserian view, in the book Los perros románticos, by Roberto Bolaño. In order to do so, this analysis –aside from the literary field– is based on studies about youth, and recuperates Robert Merton’s notions of lawlessness and Mabel Moraña’s idea of affection, both of them, key to understand the paradox that surrounds youth: on the one side, it is seen as a desired stage (due to the positive aspects assigned to it) and, on the other, it is the cause of social disorder, since the figure of the adult is demystified when youths prefer the company of marginal groups, sometimes poetic, as the one conformed by Los perros románticos.

Keywords: Roberto Bolaño, youth, lawlessness, questioning, ideology, identity, affection.





INTRODUCCIÓN


LAWRENCE FERLINGHETTI en ese extenso poema, arte poética para ser más precisos, trabajado por más de treinta años, ¿Qué es la poesía?, expresa en uno de sus versos una metáfora sencilla, pero que representa una reafirmación de lo que significa dejar atrás las nociones modernas relativas al concepto de estética y concretamente a la forma de hacer poesía, pues en este verso nos propone una imagen marginal del poeta como un sujeto incómodo para la sociedad, que si bien era ya una realidad para los beats, para quienes integraban el movimiento mexicano de los infrarrealistas adquiere forma de promesa, de una actitud, de algo por hacerse, y que la voz poética de Ferlinghetti precisa de esta manera: “El poeta: un carterista de la realidad” (2010, sp).

Quizás no existe una mejor definición que la expresada en este verso con forma de sentencia para aproximarnos a un autor como Roberto Bolaño, dueño de una lírica infractora y que transita por lugares poco concurridos de la poesía, moviéndose de un lugar a otro para apropiarse de imágenes singulares unas veces, pero recurrentes otras. Ese es el precio del oficio al que hace referencia Ferlinghetti en su poema, pues en la realidad como en las carteras podemos encontrar no solo fotografías de rostros irrepetibles, sino también las monedas comunes o las estampitas que sirven a todas las personas.

Aunque el célebre poema de Ferlinghetti: “es un gran conjunto de aforismos que el autor comenzó a escribir desde el año 1950, leídos en voz alta en diferentes ocasiones, publicados por primera vez en 1988” (2010, sp), representa una suerte de manifiesto personal, y no colectivo, pues la socialización del texto, como se muestra, sería bastante posterior al movimiento beat, no es posible pensar que este texto en especial haya sido una influencia directa de los infrarrealistas; sin embargo, constituye un punto de encuentro de ambas propuestas.

Por un lado el beat, en este verso en particular, nos presenta una imagen transgresora del poeta, es cierto, pero plasmada de sutileza, pues en la labor del carterista se encierra un misterio y una esfera de ilusión alrededor de la forma en que se apropia de los objetos y de los sujetos, en cambio los infrarrealistas proponen, mediante su primer manifiesto, firmado por Bolaño en 1976, una imagen también transgresora, pero más cruda y fuerte: “El verdadero poeta es el que siempre está abandonándose. Nunca demasiado tiempo en un mismo lugar, como los guerrilleros, como los ovnis, como los ojos blancos de los prisioneros a cadena perpetua” (Bolaño 2010, 150), es decir desplazándose constantemente, lo mismo que el carterista, pero con ruido y sin la preocupación de querer pasar desapercibido en un lugar. Esa es precisamente la manera en que la voz poética de Bolaño nos presenta su poesía y a los sujetos que por ella atraviesan.


LA INTERPELACIÓN: CÓMO SE HACEN PERROS LOS CACHORROS


Cuando Althusser ideó como categoría de análisis los Aparatos Ideológicos del Estado, lo que hizo fue plantear que cada agente recibe la ideología y el rol que debe cumplir dentro de la sociedad, lo que en palabras de Althusser es: “Cada grupo está prácticamente provisto de la ideología que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases” (2003, 134), y esta ideología es la que permite que un sujeto ocupe un lugar determinado dentro de la sociedad, incluso esos lugares que aparentemente serían inconvenientes, como aquellos a los que concurren Los perros románticos de Bolaño, pues desde la perspectiva estructuralista que marca el trabajo de Althusser, la existencia de un rol presupondría la presencia de otro, es decir, para que un rol resulte conveniente para la sociedad, sin duda debe haber uno que no lo sea.

De esta manera, las posiciones de los sujetos se van definiendo como “en un campo de fuerzas centrífugas y de resistencias centrípetas que lo hacen girar, y mientras gira, va desplegando su identidad” (Trigo 2012, 40), siempre en relación de un otro alrededor del cual gravita, tan cerca o tan lejos como lo permita la ideología transmitida por alguno, cuando no por muchos de los Aparatos Ideológicos del Estado que operen de manera preponderante en dichos sujetos.

En relación a lo anterior, recordemos que son ocho los Aparatos Ideológicos del Estado que clasifica Althusser, estos son el religioso, el escolar, el familiar, el jurídico, el político, el sindical, el de información y el cultural, y aunque esta clasificación tenga la virtud de corresponder con instituciones específicas e históricas, así de uno en uno tendríamos la iglesia, la escuela, la familia, el juzgado, el partido político, el gremio, el periódico (por ser el más tradicional) y la literatura, de manera particular la poesía.1

Debemos tener en cuenta un aspecto importante y que el propio Althusser observó al señalar la naturaleza empírica de su lista, es que las clasificaciones de distinto tipo, como señala Bourdieu, son también mecanismos de control que “vienen a ser siempre una forma de imponer límites, de producir un orden en el cual cada quien debe mantenerse, donde cada quien debe ocupar su lugar” (Bourdieu 2002, 164); por lo tanto, no importa mucho si hablamos, por ejemplo, de jóvenes transgresores o disciplinados, lo importante es que existe un espacio para cada uno de ellos, desde donde se los puede identificar plenamente según los parámetros diseñados desde los diferentes Aparatos y según las pretensiones de cada grupo de sujetos, es allí donde se encuentra la mayor tensión social.

Y es en ese punto donde halla cabida la poesía de Bolaño, pues los sujetos que se representan en sus textos son seres marginales, jóvenes que caminan por los límites de las estructuras sociales, completamente despechados del mundo que les ha tocado vivir y dispuestos a “crear las herramientas para la subversión cotidiana” (Bolaño 2010, 149), según señala el Primer manifiesto infrarrealista, donde predomina una mirada que desmitifica las estructuras sociales y estéticas, socialmente aceptadas, lo que más tarde será reafirmado por el autor en su propia poesía, de manera recurrente, como una imagen cuya intención es dejar muy marcado en el lector esa mirada construida desde la anomia, desde los lugares que molestan a la normatividad:

Servía para la química, para la química pura / pero preferí ser un vagabundo (Bolaño 2005, 36).
Tú eres el atracador, el violador, el rufián inepto / que rueda por las calles inútiles del sueño (50).

Como se puede apreciar en los versos anteriores, la voz poética toma una posición y al tiempo que rechaza la profesión liberal, que le asegurará un rol destacado dentro del sistema, decide su lugar dentro de la sociedad, adoptando como forma de vida aquello que carece de un valor de cambio y por tanto de un reconocimiento social positivo.

El lenguaje juega un papel predominante dentro de este proceso, pues como vemos en los versos anteriores, el ejercicio interpelativo es fundamental para entender la tensión existente, pues la forma de nombrar a los sujetos está muy presente dentro de la poesía de Bolaño y constituye un elemento primordial al momento de mostrarlos, pues en el proceso la voz poética toma partido y devela su lugar de enunciación, asume su condición anómica, caracterizada por lo que Merton llama una “indiferencia por el presente” (2002, 269).

Y por un mundo lejano y ajeno, hay que añadir, en la medida en que los parámetros con el que este mismo mundo mide todo cuanto le rodea tienen la capacidad de segregar a los sujetos que atraviesan estos versos y de situarlos como seres abyectos e incompetentes:

Ni trabajar ni rezar / ni estudiar en la madrugada (2005, 5).
Y me dijeron vuela y encuentra tu destino. ¿Pero qué / destino iba a encontrar? La maldita nave parecía / el holandés errante por los cielos del mundo (48).

Como vemos, la visión de la sociedad para la voz poética de estos versos está ligada al caos y al naufragio, a un espacio que se presenta dañino para los sujetos y en esta medida la consecuencia más lógica es una agencia proporcional a esta sociedad sin esperanzas y sin rumbo fijo.

Otro aspecto que llama la atención en estos versos es que la voz se muestra a sí misma como la voz de un ser insignificante frente a lo que representan las estructuras sociales, mismas que se exponen de alguna manera kafkianas, dado que resultan en una inmensidad incomprensibles para los sujetos.

Sin embargo, el giro en la voz poética de Bolaño es que su postura no solo que resulta de completa indiferencia hacia dichas estructuras, sino de rebeldía y confrontación, sin la menor intención de intentar descifrar aquello que lo envuelve, pues estamos ante una manada de sujetos que se ve a sí misma como desencajada dentro de la sociedad, y al mismo tiempo no expresan ningún sentimiento de culpa, sino que al contrario asumen con naturalidad el estigma social e inclusive expresan orgullo por la manera de identificarlos, de interpelarlos, tal como se constata en los siguientes versos:

Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen./ Estoy aquí, dije, con los perros románticos / y aquí me voy a quedar (5).

Este orgullo estaría alineado con una misión posterior importante, pues el objetivo, al final de cuentas sería reventar la burbuja desde dentro, tal como lo muestran estos versos:

no tenía adonde ir. De alguna manera yo era / el personaje de la película y mi motocicleta negra me conducía / directamente hacia la destrucción (52).

Ahora bien, cuando hablamos de nominación o interpelación en términos de Althusser, y si nos atenemos a una simple estructura lógica formada por premisas menores y mayores para llegar a una conclusión, este autor es completamente claro, si es cierto que la ideología transforma a los individuos en sujetos por medio de una operación llamada interpelación y si es cierto que “los AIE funcionan con la ideología” (Althusser 2003, 136), tenemos que aceptar por tanto que son los Aparatos Ideológicos del Estado, y no otros, a través de su ideología, los que crean sujetos.

Si pensamos entonces en la ideología de los diferentes Aparatos encontraremos, sin duda, varias formas de interpelar a los sujetos, cada una con una carga ideológica particular, con connotaciones y denotaciones que abren un amplio espectro de interpretaciones, pero todos con un aspecto en común: “recluta sujetos entre los individuos” (147), así por ejemplo, desde el religioso tenemos al cristiano, católico, musulmán, judío, sacerdote, feligrés, entre otros.

Desde el Aparato Ideológico Familiar son comunes interpelaciones de hijo, hija, madre, padre, etc.; desde el jurídico se manejan expresiones como juez, acusado, reo, ciudadano; el político, por su parte presenta un abanico enorme de posibilidades, pues todas ellas se derivan desde las distintas funciones de representación que existen en una sociedad.

Así por ejemplo, para referirnos a una persona tenemos desde el término político, pasando por candidato, elector, presidente, ministro, etc., en el sindical podemos encontrar interpelaciones como compañeros, empresario, entre otros; en el informativo, en cambio, se utiliza público o audiencia, luego tenemos el cultural que presenta formas de interpelar específicas como poeta, artista, escritor, deportista, etc., y finalmente, desde el Aparato Ideológico Escolar, que para Althusser es el más importante, y para este trabajo el más pertinente, la forma de interpelación más habitual es la de alumno, estudiante, profesor.

Notemos que cada una de estas interpelaciones tiene como denominador común el hecho de dirigirse de manera general a los individuos, es decir no existe una particularización de los sujetos, se trata de moldes que procuran una regularidad y una construcción de sujetos paradigmáticos, con la intención de evitar desbordes como los que la voz poética de Bolaño creó en Los perros románticos.

Notemos, además, que dentro de las nominaciones particulares que existen en los diferentes Aparatos Ideológicos todas las expresiones o su mayoría responden con cierto grado de especificidad a dichos aparatos; sin embargo, existen términos que parecen tener una capacidad de ubicuidad para estar y no estar dentro de varios de estos Aparatos, lo que facilita la adquisición de rasgos anómicos alrededor de esas expresiones, vistas ahora como categorías transgresoras no solo de un tipo de Aparato, sino de todos en realidad, tal es el caso por ejemplo de “joven”, una forma de interpelación que, debido a las condiciones ligadas a los derechos, actualmente se la vincula más con categorías producidas por el Aparato Ideológico Escolar, en donde los rasgos formativos y de control son recurrentemente evidenciados, por el temor de la sociedad hacia una propensión al desorden, a la creación de bandas como las de Los perros románticos.

En este libro, la voz poética de Bolaño presenta a los jóvenes con términos o expresiones como las siguientes: locos, vacíos de espíritu, adeptos a la velocidad, valientes, quemeimportistas, lujuriosos, iracundos, inmaduros, enfermos, destructores, violentos, inexpertos, rufianes, drogadictos, borrachos y demás apelativos dentro del mismo campo semántico.

No obstante, destaca un término dentro de todo el conjunto, pero que no lo hemos colocado en la lista anterior por lo que representa, se trata de románticos, tomado aquí como símbolo de la poesía, y la poesía como símbolo de la realización del sueño más caro para estos jóvenes provocadores, y como el elemento más valioso del mundo: “la poesía es más valiente que nadie” (Bolaño 2005, 13), nos dice el líder de la manada; probablemente porque la poesía es la única que acepta a su lado a este grupo de gamberros, ya que en su condición de musa, adquiere corporeidad y puede ayudar a sentir la belleza en un mundo en donde otros solo percibirían ruido. La musa es por tanto una divinidad protectora pero, curiosamente, es al mismo tiempo la estampilla vieja al interior de la cartera, solo así se explican estos versos del propio poema “Musa”: “A veces la veo caminar/ sobre las montañas: es el ángel guardián de nuestras plegarias” (65).

Este mecanismo de control que se despliega en la interpelación, y uso de los nombres arriba citados, fueron concebidos a partir de un mecanismo de control que surge de pensar en positivo alrededor de lo deseable dentro de la sociedad; es decir de interpelar a los sujetos desde la norma, estigmatizando al mismo tiempo u otorgándole una carga semántica fuerte y repulsiva a quienes no encajen en dichas clasificaciones, por ello resulta efectivo nominar e identificar las diferencias, así lo explica Foucault:

[...] todas las instancias de control individual, funcionan de doble modo: el de la división binaria y la marcación (loco-no loco; peligroso-inofensivo; normal-anormal); y el de la asignación coercitiva, de la distribución diferencial (quién es; dónde debe estar; por qué caracterizarlo, cómo reconocerlo; cómo ejercer sobre él, de manera individual, una vigilancia constante, etc.) (Foucault 2003, 203).

Muestra de esto son los siguientes versos en donde puede apreciarse no solo esta marcación de la que la voz poética se apropia y la expresa con desenfado y naturalidad, sino también donde la oposición loco-no loco, experiencia-inexperiencia, madurez-inmadurez es explícita:

En aquel tiempo yo tenía veinte años / y estaba loco (Bolaño 2005, 5). pero la experiencia es una estafa. / En el hospital solo me acompañan / mi inmadurez premeditada (46).

Por este tipo de marcaciones es interesante analizar el Aparato Ideológico Escolar, pues constituye un espacio que se tiende a mirarlo como aséptico, libre de tensiones de poder que son más evidentes dentro de otros aparatos, cuando en verdad se trata de un espacio donde estas relaciones de poder están naturalizadas y vistas como normales, atravesadas por “una violencia simbólica en cuanto impone, a través de un poder arbitrario, una arbitrariedad cultural” (Bourdieu y Passeron 1996, 25).

Una de esas arbitrariedades culturales es, sin duda, la interpelación que se hace a los sujetos, a quienes se llega a nombrar desde marcaciones negativas, estigmatizando y naturalizando interpelaciones como: irresponsables, inmaduros, desordenados... todo lo que son los perros románticos.

Por otra parte, el Aparato Ideológico Escolar tiene la cualidad de otorgar juventud, debido a que un sujeto, al estar inmerso dentro de este aparato tenderá a ser visto con rasgos generales como los señalados antes, pero al ser la juventud una categoría paradójica, por un lado es un estado que se rechaza, por otro es un estado buscado y deseado cuando se encuentra inscrito en las normas sociales, como el estar dentro de un sistema de escolarización formal.

Por ejemplo, no obstante, en Los perros románticos los sujetos representados se encuentran lejos de la escuela, y se los reconoce como jóvenes de inmediato debido a los rasgos anómicos que poseen, es decir parecería más fuerte o recurrente dentro de la sociedad la representación de los sujetos juveniles como se muestra en los perros románticos, a quienes Reguillo denomina “alternativos o disidentes” por “su no-incorporación a los esquemas de la cultura dominante” (2003, 106), es decir por estar fuera del Aparato Ideológico Escolar, tal como lo muestran los siguientes versos:

No tenía adonde ir. Durante mucho tiempo / vagué por los alrededores del cine / buscando una cafetería, un bar abierto [...] / No tenía nada que hacer / salvo dar vueltas y recordar (Bolaño 2005, 46).

El plus de tiempo libre y malgastado, que tradicionalmente se adjudica a los jóvenes es una prueba de este distanciamiento, en una actitud propia de la irreflexión, de la inmadurez, pero también de un descrédito de las instituciones sociales y de la figura del adulto como referente de comportamiento y vida, pues las pocas veces que aparecen estos sujetos mayores en la poesía de Bolaño son como figuras a quienes la voz se permite interpelar con insolencia:

Padre, en el Reino de los Cielos / qué es el comunismo, / ¿tienen sitio los homosexuales? [...] / ¿los sadomasoquistas, las putas, los fanáticos de los enemas? (10).

Esto no hace sino mostrar lo que Margaret Mead llama una cultura prefigurativa que emerge “a fines de los años sesenta y que [se] caracteriza como aquella en la que los pares reemplazan a los padres” (Citado por Jesús Martín Barbero 2002, 26), pues estos últimos ya no constituyen referentes para los jóvenes, así lo demuestran los nombres que integran la manada de los perros románticos: Mario Santiago, Darío Galicia, Orlando Guillén, Marcial, a quienes la voz poética de Bolaño se dirige con afecto y recurre a ellos en actitud contemplativa siempre, como queriendo confirmar aquellos versos de Manrique donde “todo tiempo pasado fue mejor”, pues son los años de juventud, de una vida intensa en la que la filosofía del carpe diem parece haber guiado cada una de las decisiones tomadas por los perros románticos. De ahí que la mirada hacia esa época sea de nostalgia y credibilidad total:

A veces sueño que Mario Santiago/ viene a buscarme con su moto negra./ Y dejamos atrás la ciudad y a medida / que las luces van desapareciendo/ Mario Santiago me dice que se trata / de una moto robada, la última moto/ robada para viajar por las pobres tierras / del norte, en dirección a Texas/ persiguiendo un sueño innombrable, / inclasificable, el sueño de nuestra juventud (2005, 59).

Estos versos demuestran, por otra parte, que estos sujetos, al mismo tiempo que pueden ser no solo marginales sino animales por su condición de perros, son lo que Deleuze llama “animales más demoníacos, de manadas y afectos” (Deleuze y Guattari 2004, 247), por preferirse entre sí antes al resto de sujetos fuera de su grupo, por escoger el mundo de los sentidos antes que el de la racionalidad, por dudar de los caminos establecidos y pretender hacer los suyos.

Pero sobre todo, por tener la capacidad de sentir afecto, y en esa capacidad o en la esperanza, más propiamente dicho, de alcanzar su sueño es que llegan a sentirse parte del entorno social, pues con esto logran sellar su entrada a la manada ya que “el afecto (la capacidad de afectar y ser afectado) marca la pertenencia del sujeto con respecto al mundo de encuentros y desencuentros que habitamos y que a su vez, de diversas maneras, nos habita” (Moraña 2012, 318).

En este deambular afectivo es que estos sujetos se presentan al mundo, en un primer recorrido afectados por las estructuras sociales que buscan normar o controlar la energía irracional que los lleva a transitar irregularmente por los bordes de la normatividad, mientras que en una segunda vuelta afectando con esa misma energía a las estructuras sociales que los produjo, no solo con la violencia propia del proceso sino también mediante sueños o afectos de distinta índole.

La poesía es, por tanto, el sueño más caro de la juventud de los perros románticos, es hacia quien (recordemos que es una musa) se demuestra afecto, y por ella valen la pena todos los excesos, todas las vivencias, es la que genera verdaderamente la categoría de juventud y la que puede interpelar a los perros de la única manera en que les interesa ser interpelados, esto es como poetas, como “admirables poetas troyanos” según dice el propio Bolaño, en el último verso de su libro para hacer lo que había escrito dieciséis años antes, en su manifiesto infrarrealista, dejarlo todo, nuevamente, y lanzarse a los caminos.


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