Comentario
Internacional
REVISTA DEL CENTRO ANDINO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES
Pag. 63 - 77,
Número 17 • Año 2017 • Quito
ISSN 1390-1532
Fecha de recepción: 17 de febrero de 2017 - Fecha de aceptación: 12 de julio de 2018
Máster en Teoría Política Internacional, Universidad de Edimburgo, Escocia. Docente Investigador, Universidad Internacional del Ecuador; ( sacarrancopa@uide.edu.ec).
El balance de poder es un elemento sine qua non para lograr una comprensión inclusiva sobre los temas cosmopolitas. Este, es un concepto ligado a los orígenes mismos de las teorías de las relaciones internacionales contemporáneas. El criterio sobre balance de poder está presente en un dilatado marco conceptual, el cual va a variar de autor a autor, dependiendo de su tendencia ideológica o su relativismo cultural. No obstante, la conceptualización con la cual se enmarque dicho término, concluyentemente va a producir un entendimiento preconcebido sobre la materia.
Si bien, es correcto sugerir que el realismo estructural le otorgó a la materia rasgos más científicos, este no logró desarrollar una respuesta comprensiva ni inclusiva que pueda ser aplicada en cada uno de los escenarios que se presentan en los asuntos cosmopolitas. Un ejemplo que demuestra este enunciado, es el fenómeno que ocurrió a inicios del milenio, cuando Estados Unidos (EUA) no recibió el apoyo de la comunidad internacional para evitar el esparcimiento de ideales de los llamados Rogue States,1 en especial luego de que se demostrara que no existió una causa justa para perpetuar una intervención bélica en el Estado iraquí.
Al partir de esta premisa y analizar la fenomenología de las relaciones internacionales del siglo XXl, Robert Pape, académico de Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago, desarrolló el concepto del Soft Balancing. La idea de Pape, propone que en un mundo unipolar los actores tienden a juntarse para balancear el poder del hegemón, empero, sin la utilización de instrumentos de coerción tradicionales bélicos, sino que con métodos que son denominados más blandos (soft), incluyendo elementos como, el fortalecimiento económico en bloque, la diplomacia del enredo y la denegación territorial.2
Las contribuciones de este trabajo incluirán un reconocimiento al marco de la extensión conceptual del término Soft Balancing, analizándolo desde una perspectiva latinoamericana. De esta manera, se logrará demostrar no solo la validación que ha tenido dicho concepto dentro del quehacer político del nuevo milenio en los países en vías de desarrollo, sino que también va a analizar la divergencia de entendimientos sobre los fenómenos que ocurren dentro de las relaciones internacionales partiendo de un vocablo singular.
Para hablar del concepto de Soft Balancing, sin lugar a duda, hay que tener en cuenta a dos autores que son considerados primordiales en la proliferación de la idea del mencionado pensamiento. El primero es Robert Pape, que como ya se mencionó, es quien acuña este término y le da al vocablo un significado epistemológico; y el segundo es Thazha Varkey Paul, quien en su trabajo denominado Soft Balancing in the Age of U.S. Primacy, logra desarrollar de una manera más específica, a los preceptos que fueron enmarcados por Pape bajo el vocablo constituido como Soft Balancing.
En su texto, Soft Balancing Against the United States, Robert Pape expone una teoría de seguridad internacional bajo condiciones globales de unipolaridad, las cuales se asemejan a la contemporaneidad. Dicha teoría es capaz de explicar las razones por las cuales los Estados denominados como de segundo orden (China, Rusia, Francia, Alemania, entre otros) no han tenido intenciones de formar alianzas para balancear el extralimitado poder del hegemón, que en este caso es Estados Unidos. Esto, teniendo en cuenta que si se hace un análisis de la historia moderna, en la mayoría de los casos los Estados han demostrado una tendencia a aliarse militarmente para limitar el acaparamiento de poder de un Estado expansionista.3
En primera instancia, la teoría original de Pape, describe al mundo existente como una sociedad con tendencia a balancearse, en la que los Estados sienten la necesidad de limitar el poder del hegemón.4 En este caso, el autor descarta una hegemonía imperial, con un hegemón que tiene la potestad para direccionar a los Estados. En condiciones reales, si bien Estados Unidos como la mayor potencia bélica y económica puede influenciar en el resultado de una disputa internacional, no posee la potestad para imponer este resultado. Bajo esta premisa, Pape da cuenta que Estados Unidos no es sagrado y que la razón principal por la que los Estados de segundo orden no han logrado formar una coalición para contrarrestar el poder de dicha potencia es porque en las condiciones actuales no existe un Estado que pueda ser designado como ancla; esto significa que no existe un Estado lo suficientemente poderoso para frenar a Estados Unidos por el tiempo necesario hasta que se organice una alianza que pueda confrontar al hegemón en una confrontación bélica.5
En condiciones globales anárquicas, tanto de fisonomías multipolares como unipolares, definidas por el poder coercitivo, tanto para Pape6 como para una lista de autores prominentes de la escuela de Chicago, los Estados sufren de una paranoia en la que siempre existe un peligro latente. Dentro de un sistema hegemónico no imperial, los peligros para los Estados se pueden resumir en tres:
1) la amenaza de un ataque directo por otra potencia mayor, 2) la amenaza de daño indirecto, en donde las acciones militares de una potencia mayor puede amenazar la seguridad de otro, aunque no intencionalmente, y 3), la posibilidad de que una de las principales potencias se pueda convertir en una potencia hegemónica imperial y por lo tanto, adquiera la capacidad de interferir directamente en los Estados, o de trocar las reglas del juego de poder internacional, afectando, de esta manera al status quo definido para los Estados.
Por este motivo, es extremadamente peligroso para cada uno de los Estados caer en una situación en la que se permita la proliferación exagerada de poder de manera monopolizada.7
El Soft Balancing de Pape se va a referir a “todas las acciones que no desafían directamente la preponderancia militar de Estados Unidos (hegemón), sino al accionar que retrasa, frustra y socava las acciones del estado norteamericano para el ensanchamiento de su influencia”.8 En un escenario contemporáneo internacional las potencias de segundo orden desean contrabalancear el poder hegemónico, sin embargo, los medios tradicionales de coerción han fallado, ya sea porque la potencia en cuestión ha acaparado demasiado poder, o porque no existe un Estado que pueda actuar como ancla, en este caso los medios denominados soft, surgen como alternativa.
Entre las tácticas soft más preponderantes se encuentran movimientos financieros, bloques comerciales, coaliciones de votaciones en organismos internacionales, entre otros. Todas estas acciones dentro del delimitado escenario se pueden enmarcar dentro del vocablo Soft Balancing, un concepto que podría revelar el verdadero balance de poder contemporáneo en el ámbito internacional. 9 Pape expone que no solo se puede llegar a un balance por medio del poder militar, sino por medio del Soft Balancing que, en este caso, también puede ser usado como un ancla hasta que exista una alianza lo suficientemente capaz para llevar a cabo acciones concernientes a un Hard Balancing.10
Desde una perspectiva más liberal, Thazha Varkey Paul al igual que Pape es un crítico de las teorías clásicas de balance de poder y de los sistemas unipolares imperiales. Si bien Paul afirma que el Soft Balancing es la forma contemporánea en la que se contrabalancea el poderío internacional, a diferencia de Pape, expone que hay que analizar otros factores, los cuales limitan el Hard Balancing. Dentro de esos factores se encuentran preponderantemente: 1) Que el poderío bélico de Estados Unidos podría verse limitado por la posesión de armamento nuclear por parte de potencias de segundo orden; 2) Que, a diferencia del pasado, existen instituciones supranacionales más sólidas como la Organización de Naciones Unidas (ONU); y, 3) por las coyunturas económicas globales, en las cuales el sistema financiero y económico tanto como el de Estados Unidos y como el de cada Estado es interdependiente entre sí.11
En su trabajo, Paul cita a dos importantes autores que difieren entre sí, pero que apoyan su tesis sobre el balance de poder contemporáneo. Por un lado, William Wohlforth12 propone una tesis partiendo de una clasificación de Estados, dice que a los Estados con economías liberales no les interesa entrometerse en una competencia militar con los Estados Unidos, ya que no sienten un verdadero temor de que el hegemón pueda entrometerse en sus asuntos. Por otro lado, Estados con economías controladas como China y Rusia, no reúnen el suficiente poder como para contrabalancear el poder hegemónico de manera tradicional.
A su vez, Jonh Ikenberry13 propone que la clasificación entre Estados liberales o no liberales es de obsoleta competencia para el ámbito del balance de poder, ya que la globalización ha hecho tanto a Estados Unidos como a los Estados de segundo orden, extremadamente interdependientes entre sí, lo que provoca que una competencia militar sea contraproducente para su misma economía y por lo tanto para el desarrollo mismo de un Hard Balancing. Esto en resumen podría explicar por qué el mundo no se ha balanceado con la lógica que los realistas manejan.
Estados Unidos es la economía más grande del globo, su presupuesto militar representa el 60% del gasto militar total de mundo. No obstante, la proliferación económica de otras potencias de segundo orden como Alemania, China e India, no se ha trasladado directamente en su gasto militar.14 Existen varias razones por las que las potencias de segundo orden ya no temen por su supervivencia ni por el irrespeto a su soberanía, la principal es que Estados Unidos no maneja una política exterior expansionista, debido por una parte a su ubicación geográfica, y por otra, a que su crecimiento poblacional no requiere una apropiación extensiva de territorio.
Por otro lado, la economía estadounidense está interconectada con la de las demás potencias, que limita las medidas mercantilistas que podrían desatar un conflicto como el que se produjo en la Primera Guerra Mundial, y todavía más importante, la seguridad que ofrecen las armas nucleares que poseen las potencias de segundo orden, aseguran que Estados Unidos no va a pretender conquistarlas.15
Este es el panorama que utiliza el autor para dar contexto a su propuesta, referida a que las estrategias clásicas de balance de poder son obsoletas en un marco global donde al parecer las relaciones están fundamentadas en condiciones anárquicas, pero en la realidad existe un sistema económico y financiero el cual impera.
Esto da lugar a que el Hard Balancing quede relegado ya que existen otro tipo de medidas soft, las cuales resultan más eficaces para balancear el poder; entre ellas, las votaciones en organismos supranacionales o el crecimiento económico en bloque. En un ejemplo de ello, Thazha Varkey Paul menciona a las votaciones dentro de los organismos internacionales, sobre todo en los referentes a la seguridad global, en el cual las potencias de segundo orden han logrado acaparar votos a su favor, limitando de esta manera las capacidades del hegemón, y logrando un balance de poder soft.16 Es así como el autor
Gráfico 1: Visión tradicional del Soft-Balancing
Elaboración: autor.
Gráfico 2: Visión Liberal del “Soft-Balancing”
Elaboración: autor.
apoya la tesis de Robert Pape sobre que el balance de poder se puede lograr por medios que no incluyan exclusivamente el poderío militar, sin embargo a diferencia de Pape, Paul basa su crítica al sistema unipolar en fenómenos coyunturales, mientras que Pape fundamenta su argumento en procesos que involucran la naturaleza misma de los Estados.
Tomando en cuenta el desarrollo de las ideas, específicamente las planteadas por Pape, un número de exponentes se han trabajado para formular los preceptos regionales referentes al Soft Balancing. Es importante entender la diferenciación entre el Soft Balancing global y el balance de poder de manera soft a nivel regional, ya que justamente las perspectivas latinoamericanas se enmarcarán en dicha fragmentación.
Para comprender el balance regional soft, es sustancial entender a Detlef Nolte, quien expone un planteamiento dinámico del sistema internacional, en el que anuncia que en el siglo XXl este se encuentra condenado a vislumbrar una evolución desde una estructura unipolar hacia una multipolar, al igual que al término de la guerra fría la estructura transnacional, evolucionó de bipolar a unipolar.
En su obra, el autor muestra una serie de evidencias, que podrían explicar el por qué y el cómo los Estados están respondiendo a los posibles escenarios que pueda acarrear un sistema multipolar. Principalmente, se dice que pensando en los fenómenos venideros, los Estados utilizan medidas soft con el objetivo de balancear el poder en sus respectivas regiones. De esta manera, se propone una proliferación de potencias regionales como respuesta misma hacia la naturaleza dinámica de la política internacional.
El argumento del autor es bastante claro en su formulación, para decir que el poder sistemático se lo puede observar mediante tres escalas. El primer peldaño de este sistema se encuentra de manera inamovible, que conocemos como poder tradicional o la capacidad militar, en el que sin objeción el sistema actual es unipolar y Estados Unidos es el poder hegemónico.
En el segundo peldaño, el autor coloca a la economía, incluyendo principalmente a las relaciones comerciales, financieras y a las interdependencias que estas relaciones crean entre Estados. Si se ve al mundo excluyendo el poder militar, el debate sobre un mundo multipolar se abre, y brinda a los defensores del multilateralismo, herramientas fuertes para contraponerse a las teorías hegemónicas.
En la tercera escala, se proponen los problemas globales exógenos como el terrorismo y el calentamiento global, estas variables sobre las cuales los Estados no tienen control, también generan un balance de poder dependiendo su afectación hacia cada Estado.
Dentro de las tres escalas, Nolte percibe que existe el balance de poder, ya que tanto los actores estatales como los actores no estatales luchan caóticamente por su supervivencia, poder o mantenimiento de la estructura.17 Lo interesante, como lo mencionan los argumentos de Thazha Varkey Paul, es que el poderío militar actual no tiene una injerencia total dentro de la escala económica, no obstante, el poderío económico tampoco tiene injerencia en el militar, aparte de la que se encuentra en la perspectiva mercantilista. Al tomar en cuenta estas escalas, el autor propone que las transiciones de poder, se han definido por la victoria en una guerra, también lo pueden hacer por un fenómeno económico, o a su vez por una serie de acciones colectivas por parte de las potencias regionales en contra del hegemón.18
Al tomar en cuenta los preceptos de las escalas, el autor propone que en el balance de poder venidero, las potencias regionales van a ser claves para entender la transición sistemática a un sistema multipolar. La propuesta de Nolte, a diferencia del realismo ofensivo de Mersheimer, argumenta que una potencia regional19 va a tratar de balancear junto a otras potencias regionales con medidas soft el poderío hard del hegemón, y que, a su vez, van a tratar de evitar las coaliciones regionales por medio de una integración regional que incluya a la potencia y que, dentro de su agenda, el balancear al sistema global sea una prioridad.20
Existen varios autores que se han concentrado en el balance de poder en América Latina, entre ellos podemos encontrar una dilatada lista que incluye a Flemes, Wehner, Córdoba, Corrales, Serbín, Toro, entre otros. Cada autor, de acuerdo a su perspectiva, ha utilizado al Soft Balancing para dar explicaciones de los fenómenos que han ocurrido en América Latina en las últimas décadas. Dentro de las temáticas concernientes al Soft Balancing, preponderan entre otras, la creación de organismos regionales, como la Unasur y el ALBA, el desenvolvimiento de gobiernos de izquierda, que se contrapusieron a los paradigmas neoliberales, la hegemonía regional brasilera, y las medidas de balance soft tanto del régimen bolivariano chavista en Venezuela, como otros regímenes alineados a este pensamiento.
De igual manera, ciertos autores se guiarán por el balance de poder hegemónico global, no obstante, la mayoría prefiere ver al Soft Balancing, como una medida de balance regional.
Flemes y Wehner,21 son uno de los casos en el que los autores han preferido utilizar al Soft Balancing para explicar balances de poder dentro de la región sudamericana, en su texto Drivers of Strategic Contestation in South America, los autores trasladan el concepto de Soft Balancing a nivel regional.
De esta manera, su tesis plantea que Estados de segundo orden van a coalicionar en contra del hegemón regional, cuando este los supere extensivamente en poder bélico. En otras palabras, se plantea que, en América Latina la forma usada por países como Venezuela, Chile y Argentina para contrarrestar el extensivo poder bélico brasilero se produce a través de instituciones regionales. Dichas instituciones se dice que van a generar la capacidad de los Estados para limitar la expansión de poder del hegemón regional.
Los autores plantean que los países que se encuentran en regiones que han acumulado menos desarrollo, refiriéndose a los Estados que están situados dentro del territorio sudamericano, tienen un riesgo interno constante de seguridad, que se produce principalmente por factores endógenos. Por lo tanto, dichos Estados mantienen primordial interés por velar su seguridad interna, utilizando sus recursos para tener controlados los conflictos sociales domésticos, lo que ocasiona que sus preocupaciones por amenazas internacionales, que podrían venir de un hegemón regional, queden relegadas a un segundo plano, muchas veces porque los recursos estatales no permiten mantener un orden social ni tratar de balancear el poder hegemónico; por ende, los Estados prefieren prestar atención al primer ítem.
Otra razón aparte de la económica, es que existe un alineamiento de políticas exteriores por parte de los Estados, que buscan homogéneamente conseguir objetivos regionales. Esto quiere decir que el cooperativismo regional ha resultado en una abundancia de seguridad en la región, situación que permite a los Estados de segundo orden alejarse de la búsqueda del poder militar.22
Por otra parte, se denota que el trabajo de Flemes y Wehner se centra en un carácter más naturalista, al igual que los textos que propone Pape, ya que se plantean que las necesidades de seguridad regional van a provocar que los Estados traten de mantener inamovible su statu quo dentro de la región.
De esta manera, como no existe un Estado con la capacidad militar para confrontar a Brasil, los Estados aceptan la posición hegemónica brasilera, puesto que el statu quo con el que cuentan provee seguridad y tiende a impedir colectivamente la proliferación de un nuevo Estado que podría convertirse en el hegemón regional.
Esto sucede únicamente, cuando la actual potencia regional está dispuesta a cooperar económicamente con los otros Estados, y que, a su vez, tiene la disposición de ceder poder mediante instituciones regionales.
No obstante, si la potencia regional fallara en cumplir dichas condiciones, o que a su vez el poder hegemónico regional hubiese mantenido alguna disputa histórica con alguno de los países de la región, estas no serían causales suficientes para que los Estados decidan aliarse para actuar militarmente, ya que el costo-beneficio sería muy alto. Se plantea que se ejecutaría un balance usando una colaboración competitiva.23
En el caso actual latinoamericano, Brasil ha fallado en construir instituciones democráticas transnacionales, lo que ha causado un levantamiento de los otros Estados de la región. Es así como los Estados secundarios, tomando como ejemplo a Argentina, han complicado sus relaciones comerciales con el hegemón regional y como se ha visto, han diversificado su comercio con otros Estados secundarios de la región como Venezuela; de esta manera, se aplica un balance soft basado en términos comerciales y económicos. Además, dichas potencias de segundo orden regional, tratarán de votar en bloque en las instituciones regionales por políticas que limiten el crecimiento del hegemón.
Por otro lado, se considera que los intereses de la región que busquen un balance global, tienen más peso en las políticas exteriores, que la búsqueda de un balance regional; por lo que se dice que los Estados preferirían una proliferación del hegemón regional, siempre y cuando esto limite el poder del hegemón global.24
Dentro de este precepto, se alinea Trinkunas, quien plantea que puede existir una disputa por el poder regional entre Brasil y Venezuela, ya que el poder beligerante siempre está latente. No obstante, esa lucha queda relegada por los intereses propios del Estado Bolivariano y el Estado brasilero, ya que al ser parte de Unasur y mantener relaciones estables entre hegemón regional y potencias de segundo orden regionales, se van a minimizar las posibilidades de que Estados Unidos perpetúe un ataque beligerante dentro de la región.25
El autor propone que en América Latina los conflictos internacionales, si bien son latentes, no son de primera importancia para los gobiernos como lo son en otras regiones del mundo. Por otro lado, la posición geográfica latinoamericana dificulta que la región se involucre en un conflicto intercontinental. Esta es la razón por la cual los países latinoamericanos se han concentrado en la seguridad interna y regional, dejando a un lado el dilema de la seguridad con sus vecinos.26
Serbin Pont,27 menciona que, durante los últimos 15 años, la política exterior venezolana se ha enfocado en la búsqueda del protagonismo global; de esta manera, este país ha estrechado sus relaciones con Cuba, Rusia, Irán y China, que son gobiernos que no solo discrepan con el sistema neoliberal, sino que también afirman la soberanía nacional y rechazan la globalización. Dentro del marco de estas nuevas relaciones, también han proliferado la cooperación militar.28 No obstante, el autor deja claro que en unas relaciones internacionales tan asimétricas desde una óptica militar, Venezuela tendrá que seguir implementando en su política exterior el Soft Balancing y dejar la militarización a un lado.
Por otra parte, el balance de poder que se produce en Latinoamérica tanto de forma regional como global es con medidas soft, ya que son más rentables y seguras para los Estados. En el caso de Venezuela, como ejemplo, el Estado usó su bonanza económica producida por el petróleo para lograr conformar el Alba como una alternativa a la globalización y a las prácticas neoliberales. Este bloque, no solo reunió a gobiernos socialistas regionales, sino que atrajo la atención de potencias como China y Rusia, que han colaborado con la agenda bolivariana antiimperialista liderada por Venezuela. Por su parte, Brasil consolidó la Unasur para mantenerse como potencia hegemónica y a su vez mantener distante la injerencia de Estados Unidos en asuntos de seguridad regional.29
Es importante este planteamiento de Trinkunas, al igual que el de Flemes y Wehner, ya que si bien se enfocan en el balance regional, concuerdan que las potencias regionales tienden a balancearse en contra del poder hegemónico global preponderante, antes de buscar un balance regional. De esta manera, al tomar en cuenta los objetivos de los Estados sudamericanos, se puede producir un mayor entendimiento sobre como van a estar enfocadas las medidas soft dentro de las políticas exteriores de estas naciones.
El balance de poder puede ser concebido de muchas maneras, el Soft Balancing que ha surgido como alternativa al balance tradicional, de igual manera puede ser entendido desde una perspectiva diferente que depende de la escuela en la que se enmarque. Esta puede tener una tendencia liberal como plantea Thazha Varkey Paul, o con rasgos más realistas como lo hace Pape, o de igual forma puede ser explicado desde una tendencia regionalista como lo han hecho varios de los estudiosos de América Latina.
Es importante recalcar que en torno a este concepto, se ha desarrollado un nuevo debate regional, que se contrapone en ciertos parámetros al entendimiento del Soft Balancing mantenido en el norte. Adicionalmente, se ha logrado aportar diferentes causales que generan este tipo de comportamiento entre los Estados.
Las perspectivas latinoamericanas del Soft Balancing en conclusión, si han logrado mantener su propia línea de pensamiento y han aportado para explicar fenómenos regionales, como el caso venezolano y brasileño. El estudio relativista, podría ser aplicado a futuros casos que se presenten en regiones en vías de desarrollo y de esta manera consolidarse como una fuente epistemológica a nivel global.
1 Chomsky define a los Rogue States como naciones o Estados considerados como beligerantes por violar la ley internacional y que, por ende, suponen una amenaza para la seguridad de otras naciones. Ver: Noam Chomsky. Rogue states: the rule of force in world affairs (London: Pluto Press, 2000).
2 Robert Pape, “Soft Balancing against the United States”, International Security 30, No. 1 (2005): 7-15.
3 Ibíd., 7-11.
4 Ibíd., 11.
5 Ibíd., 12.
6 Ibíd., 13.
7 Ibíd., 11-18.
8 Ibíd., 9.
9 Ibíd., 37-38:
10 Para los conceptos de: Fortalecimiento Económico, Diplomacia del enredo y Denegación Territorial, ver: Pape, “Soft Balancing against the United States”, 11-18.
11 Thazha Varkey Paul, “Soft Balancing in the Age of U.S. Primacy”, International Security 30, No. 1 (2005): 46–47.
12 William Wohlforth, “Revisiting Balance of Power Theory in Central Eurasia”. En Michel Fortmann y Thazha Varkey Paul, Balance of Power (Stanford: Stanford University Press, 2004): 214-238.
13 John Ikenberry, “Liberal Hegemony and the Future of American Postwar Order”. En Thazha Varkey Paul y John A. Hall, International Order and the Future of World Politics, (New York: Cambridge University Press, 2004): 123-145.
14 Paul, “Soft Balancing in the Age of U.S. Primacy”, 52-54.
15 Ibíd., 57-62.
16 Ibíd., 70-71.
17 Detlef Nolte, “Potencias regionales en la política internacional: conceptos y enfoques de análisis”, GIGA Working Paper, No. 30 (2006): 8-10.
18 Ibíd., 10-12.
19 Nolte menciona que existen muchas autodenominadas potencias regionales, por lo que este concepto puede ser auto-construido para cumplir con su política doméstica y exterior, pero este status se lo otorga el reconocimiento internacional. Ibíd., 13.
20 Nolte, “Potencias regionales en la política internacional: conceptos y enfoques de análisis”, 19-25.
21 Daniel Flemes y Leslie Wehner, “Drivers of Strategic Contestation in South America”, International Politics 52, No. 2 (2015): 163-177.
22 Ibíd., 6.
23 Ibíd., 7-10.
24 Ibíd., 23-25.
25 Harold Trinkunas, “Reordering regional security in Latin America”, Journal of International Affairs 66, No. 2. (2013): 87-99.
26 Andrés Serbin y Andrei Serbin Pont, “Quince años de política exterior bolivariana: ¿entre el soft-balancing y la militarización?”, Pensamiento Propio 39, (2013): 287-321.
27 Ibíd., 303.
28 Trinkunas, “Reordering regional security in Latin America”, 90-91.
29 Ibíd., 94-95.
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