Comentario Internacional

REVISTA DEL CENTRO ANDINO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES
Pag. 141 - 145, Número 18 • Año 2018 • Quito ISSN 1390-1532


Alexander Solzhenitsyn


Rusia bajo los escombros


2ª. ed., trad. Daniel Zadunaisky, José Amícola y Ana Jeckel, México: Fondo de Cultura Económica, 2002. 200 pp. ISBN 978-96-81665-22-7

Pablo Javier Barragán Ordóñez


Reseñas





Dentro de la abundante bibliografía legada por el autor ruso Alexander Solzhenitsyn, laureado con el Premio Nobel de Literatura en 1970, reconocido como el mayor crítico del régimen comunista y el socialismo soviético, no cabe duda de que el ensayo Rusia bajo los escombros, continuación de El “Problema Ruso” al final del siglo XX, podrá ampliar y acrecentar los conocimientos para la mejor comprensión de la Rusia de los años 90 y, en general, podrá brindar un marco histórico del imperio ruso, su paso por el comunismo y la desintegración de la Unión Soviética, bajo la dirección de Mijail Gorbachov.

Haciendo un brevísimo repaso sobre la dilatada producción literaria de Solzhenitsyn, a través de su monumental obra Archipiélago Gulag, contribuyó a divulgar el funcionamiento de la policía secreta, el sistema de campos de trabajos forzados y de confinamiento establecidos en la era estaliniana. Debido a dicha publicación gran parte de su obra fue censurada por el aparato estatal, fue detenido, encarcelado y acusado de traición, lo que le valió ser expulsado de la Unión Soviética en 1974, regresando a Rusia veinte años después.

Rusia bajo los escombros es el resultado de cuatro años de un recorrido por el amplio territorio ruso, en el que, por supuesto fiel a su labor y honestidad intelectual, recoge y reproduce el sentir del pueblo eslavo, situación que convierte al libro en un espejo de la vida rusa en los años 90, las debilidades de su cultura y carácter, el destino de la patria, las angustias, necesidades, intereses y exigencias hacia la clase dirigente de la época.

A ello se suma un abanico de temáticas, como los nuevos refugiados y/o migrantes luego de la desintegración de la Unión Soviética en el propio territorio ruso, los problemas y las pugnas por el poder de las etnias que formaron parte de la Unión, el rol del nuevo parlamento ruso, la Comunidad de Estados Independientes que constituyeron la Unión y la división de poderes, la iglesia ortodoxa rusa, el nacionalismo ruso y, la guerra en Chechenia.

Entre otros aspectos menciona el rol del zemtsvo –asamblea provincial elegida por todas las clases sociales– en el que se depositan las esperanzas para resolver los problemas nacionales, de una forma más efectiva e inclusiva, sin descuidar el rescate de la dignidad de sus compatriotas.

Se analiza la crisis política y sobre todo la económica que van dando forma a un naciente Estado dentro del sistema capitalista, el cual la sociedad de ese entonces no conocía más que por referencias, ya que el salto que dieron en su momento los rusos fue del sistema feudal monárquico al de la dictadura del proletariado.

Parafraseando al autor, la sociedad fue arrojada a la ideología de mercado, en la que se vivía en la apariencia de un sistema electoral transparente, respeto a la libertad de prensa y, sobre todo, en la falsa creencia de que el nuevo sistema de producción elevaría los índices de desarrollo humano, bajo los estándares democráticos de occidente.

La sociedad hablará por sí sola a través de su pluma y dará cuenta de la arraigada corrupción en el aparato estatal y del incremento de los índices de criminalidad. Tal hecho se reflejará en la impunidad de los infractores, y su protección por el propio Estado que al parecer nada hace y nada puede hacer para resolver el problema, ya que no hay autoridad al mando legítima y confiable que haga valer y respetar los derechos de los ciudadanos.

El caos institucionalizado también alcanza a las Fuerzas Armadas, que no están debidamente dotadas y que han sido incapaces de erradicar la indisciplina dentro de los propios cuarteles. Se habla de la derrota de su ejército sin guerra.

La precariedad económica y laboral hace mella también en el sector de la ciencia, el cual no puede sostenerse en una crisis en ciernes. El desaliento generalizado no produce más que el fenómeno del éxodo masivo de jóvenes talentosos. El sector sanitario corre la misma suerte, la escasez de medicamentos únicamente es accesible a quienes tienen modestos ingresos económicos o quienes pudieron ahorrar lo suficiente. Como colofón, no hay calefacción para soportar el duro invierno ruso.

El descenso demográfico es una consecuencia de la crisis, que no vislumbra una mejor perspectiva en la década. Baja dramáticamente la esperanza de vida. En los hombres el alcoholismo es el desfogue a la realidad que les tocó vivir. El consumo de alcohol se dispara en flecha por los bajísimos costos en su adquisición.

Lamentablemente el índice de decesos es mayor al de los nacimientos. Cifras de una guerra civil azotan Rusia, que se constituye como problema en sí misma. La tragedia toma proporciones gigantescas y en la dimensión del país más grande del mundo.

El autor vuelca la mirada a la oligarquía que saca el mejor partido de la crisis nacional; el pueblo será únicamente concebido para consumir. Las ilusiones de un mundo mejor y de un mejor y próspero país, potencia mundial en su momento y único rival a la influencia hegemónica norteamericana a lo largo del siglo XX, debe conformarse con ser solicitante de créditos y ayudas económicas urgentes. La privatización y el saqueo generalizado de los recursos naturales y todo lo que pueda generar renta es el camino que llegaría a optar la élite política de la nueva Federación. El país es puesto a la venta.

Un país acostumbrado al arte de alto nivel es invadido por la producción comercial de baja calidad; la cultura sufre los efectos de la crisis. La “caja” o la televisión como la reconoce el autor, se convierte de un momento a otro en medio de entretenimiento y pasatiempo. Si en la época estalinista se realzaba el culto a la persona, en la década de los noventa se lo hará al dinero, único medio para obtener la felicidad y el bienestar material.

En esa ola de percepciones no se deja de comparar los buenos tiempos de la economía soviética y la debacle total con el capitalismo de casino que vuelca a la pobreza en masa a las calles. En poco tiempo la gente asimila un cambio de sistema de producción perjudicial para su vida que hace añorar los tiempos de la Unión Soviética. Con los años el actual líder ruso Vladimir Putin llegará a decir que el “socialismo-comunismo es un tren que ya pasó”, dando a entender que jamás volverían a adoptar tal sistema de producción en un mundo de por sí interdependiente y regido por las leyes de la oferta y la demanda.

Los lazos sociales se pierden de a poco, cada quien se las ingenia para sobrevivir como mejor pueda y poco o nada importa lo que suceda a su alrededor. La vida, lo más apreciado en este mundo será una cuestión de supervivencia. La indiferencia se apodera de la gente, la que junto a la desesperanza no hace más que racionalizar y justificar los tiempos que les tocó vivir y, la perdida de fe en el porvenir. La gente llega a cuestionar su procedencia, el lugar que ocupa en el mundo y donde irá a parar, e incluso yendo más allá expondrán que ni en ese caso tienen punto de referencia. Según la gente, ni el poder piensa en ellos ni el pueblo en ellos. El repudio se expresa en quejas, inconformismo e indiferencia. Once siglos de historia rusa puestos en duda por uno.

La década de los noventa será el periodo de transición a la economía de mercado más letal jamás vista en periodo alguno de la historia moderna. Sí allá, por el año 1917, explotaba la Revolución bolchevique, a finales del mismo siglo, Rusia soportaría una explosión de iguales magnitudes, con un nuevo reto que pondría a prueba su fortaleza y espíritu primario de continuar respirando pese a todo, para volver a levantar la cabeza aún más fuerte.

Solzhenitsyn no pierde la fe en su patria y es devoto de “encontrar el camino hacia la salida”, aunque sea necesario redoblar los esfuerzos para alcanzarla. No oculta la realidad, si esta ayuda a comprender mejor Rusia, la que salvará su cultura dentro de un sistema de una docena de culturas universales, la cual dicho sea de paso sigue siendo un fenómeno particular.

Por lo tanto, el autor no pierde la esperanza en el resurgimiento de su patria y en la que todo rastro de polémica pertenece al pasado, motivo por el cual propone el libro Rusia bajo los escombros, como la síntesis del periodo más duro que le tocó soportar a su pueblo; el mismo que afectó a lo más profundo de la vida política y a la sociedad en su conjunto a finales del siglo XX, como muy sucintamente está enunciado líneas arriba y que, detalladamente se encuentra abordado en el libro en mención.

Es preciso mencionar que la abundancia de información recabada en esos cuatro años está matizada por profundas reflexiones históricas que no hacen más que confirmar la objetividad e imparcialidad sobre el tema abordado sino también por el espíritu fidedigno de los hechos observados; de ahí su importancia y relevancia incuestionable.

Mengua decir que Solzhenitsyn se constituye por derecho propio en el personaje y la autoridad moral más alta por la cual se pudieron conocer de primera mano los graves conflictos que ha sobrellevado a cuestas el Imperio Ruso, razón por la que la lectura del libro Rusia bajo los escombros se constituye per excellence en la mejor fuente de información y consulta para conocer la realidad de dicho periodo del siglo XX, por lo que su revisión es de carácter obligatorio si se aspira a conocer y comprender mejor a dicha potencia mundial, actualmente una de las actoras principales en el orden global junto a China e India.

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